miércoles, 23 de diciembre de 2009

Seguí participando




Nos pasamos la vida buscando cosas que nos hagan felices, que nos llenen y nos hagan sentir plenos. A veces logramos conseguir nuestras metas, otras veces no. Sin embargo, seguimos insistiendo. ¿Por qué seguimos a pesar de las decepciones y los fracasos? ¿No sería más fácil darse por vencido?

Sí, por supuesto que sería más fácil y más cómodo todavía. Pero, ¿de qué nos serviría? Les pongo un ejemplo. Cuando estaba cursando Lengua Inglesa VII (Sí, ¡VII! Y así sigue hasta la X) empecé con el pie izquierdo. La profesora había decidido ese año cambiar la forma de evaluación. En vez de sumar todas las notas (Listening, speaking, writing y reading) sin importar si habían desaprobados y hacer un promedio de éstas notas para llegar a la nota final, había decidido que sí o sí todas las partes tenían que estar aprobadas para poder aprobar la materia.

Nosotros veníamos de las lenguas anteriores con un nivel de inglés bueno, pero no como se nos exigía en esta materia. Ahora ya pasábamos a un nivel de proficiency y la profesora, basándose en comentarios del profesor anterior, confiaba en que íbamos a estar a la altura de las exigencias. Bueno, esto no fue así. En el exámen diagnóstico que nos hizo, el 90% no logró superar el 5. Yo no lo podía creer. Siempre había tenido buenas notas y casi sin estudiar. Me gusta mucho inglés. Pero al llegar a esta materia me di cuenta que iba a necesitar algo más que un simple "me gusta".

Dados los resultados del exámen, la profesora (Bloody Mary como la llamamos) decidió volver a la forma anterior de evaluación. Menos mal, sino casi todos hubiésemos perdido la materia.

Pese a esta decepción inicial, yo seguí intentando. Si me hubiese quedado con esas primeras notas, sin tratar de superarme, quizás todavía estaría cursando esa materia. A lo largo de todo el cuatrimestre pude ir mejorando mi nivel de inglés. No fue fácil y la profesora tampoco lo hacía fácil. Después de mucho esfuerzo, logré aprobar la materia. Sí, me fui a final, pero eso fue más que suficiente para mí.

Haber superado este reto fue una gran satisfacción para mí. Pero la cosa se volvió a complicar en el final. Me acuerdo que me había estudiado la vida para ese final. Fui a rendir re confiada que iba a aprobar el escrito y pasar al oral. Pero no. No pasé el escrito. No sé bien cuál fue la razón. Creo que lo hice un poco apurada. Pero no viene al caso excusarme por algo que ya pasó.

En ese momento sentí mucha bronca. Bronca porque había estudiado demasiado según mi criterio y porque no entendía cómo no me había ido bien. Ese 5 en mi libreta fue una gran decepción para mí. ¡Pensar que estaba tan cerquita del 6 y no llegué!

Después que pasó la bronca inicial, me di cuenta que no me servía de nada estar mal por algo que no podía cambiar.

En septiembre me volví a anotar, pero no me animé y no me presenté. Para diciembre ya me sentía bastante confiada, pero a la vez tenía miedo porque era la última oportunidad que tenía para rendirla. Con todas estas cosas en mi cabeza fui a rendir. Logré pasar el escrito. ¡Genial! ¡Qué alegría que sentí en ese momento! Después de eso fui al oral. Rendir un oral con esta profesora (Repito, la llamamos Bloody Mary) es lo más estresante que puede haber. Así que estaba bastante nerviosa cuando entré al aula. Después de responder todo lo que me preguntó salí del aula. Esperé unos minutos a que saliera, muriéndome de los nervios. Cuando salió me dijo: "Muy bien Alejandra, muy buen exámen... Bla, bla, bla... Te quedó un 8". Lo único que escuché fue ese 8.

Creo que de eso se trata: seguir intentando hasta alcanzar lo que nos proponemos. No dejarnos tirar abajo por cosas que no tienen importancia o que no pueden ser cambiadas, aunque sea una tarea complicada.

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